Durante la pandemia, el gesto mismo de moverse, de desplazarse, señaliza una división de recursos. La interpelación a quedarse en casa es también un llamado generalizado a volver objeto de pensamiento el mínimo movimiento.
Nunca antes estuvimos tan situadxs, a la vez que hiperconectadxs, en nuestros movimientos y gestualidades. Debido a que, dramáticamente, cualquier movimiento puede ser razón de un contagio, nunca habíamos vivido la vida tan desagregada en mínimos gestos. Así, mi propuesta es pensar esta situación excepcional a partir de una economía de los movimientos que está referida directamente al dinero en una doble clave: renta vs. deuda. Y, dando un paso más, mi hipótesis es que, en vez de una interrupción generalizada, resulta más adecuado pensar la cuarentena como una suspensión desigual de ingresos y rentas. De allí que las preguntas que resuenan son: ¿Qué movimientos se remuneran? ¿Qué movimientos generan deudas? Y en contrapunto: ¿qué inmovilidades generan rentas y qué inmovilidades provocan deudas? ¿Qué rentas ratifican la familia como única posibilidad de refugio?